martes, 13 de noviembre de 2012

Perdedores.

Me gustaba jugar a quererte.
A ti te volvía loco hacerlo, pero hacerlo de verdad.
Decías que quererme te daba alas, que sentías poder volar. Tú volabas mientras yo me daba cuenta de que cuanto más te apartases del suelo, más te iba a doler la caída.

Pero nunca me importó. Nunca me importaste. Bueno, o eso decía.


"Sweet child on mine" se convirtió en la banda sonora de nuestras noches, de nuestra vida.
El humo de tus cigarros era el mejor acompañante de las promesas, y todo ese tequila que faltaba en la botella y que recorría nuestras venas solo se burlaba de aquellos que dicen que lo único que llega al corazón es el amor.


Ay, el amor.

Hablabas de amor cada segundo, y yo -yo que nunca necesité a nadie-, que detestaba esa horrible palabra y ni podía acercarme al sentimiento, te escuchaba, como si eso me hiciese más vulnerable a sentir(te), más vulnerable a ti.

Dile al hueco de mis escaleras que nos guarde los secretos y los gemidos.
Que no revele a nadie el lugar donde la oscuridad lo único que daba era placer y no miedo.
Ve y prueba a sentir lo que sentiste conmigo.
Y por favor, deja de quererme.
¿No te das cuenta? Todo sigue igual, estamos en punto muerto.
Es un círculo vicioso, ese en el que tantos entran y del que pocos son capaces de salir; donde todos juegan a quererse.
Lo malo de estos juegos, es que nadie gana.




Ni siquiera tú.

1 comentario:

  1. Muy bonito. Es cierto, al final el amor es un juego del corazón. Es una pena que haya tantísimos perdedores.
    Un besito.

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